Banksy en el museo



Al fin en la década de los 50 del siglo XXII descubrimos los restos intactos del Metropolitan Museum, una de las instituciones más reputadas de su tiempo. El Dr. Banksy llevaba décadas buscándolo, pero la dificultad de acceso a la zona debido a la larga temporada en que los cambios climáticos habían afectado a esta zona del hemisferio había retrasado su expedición. Sin embargo, la tarea se presentaba como una prioridad de nuestro programa de rescate y protección de la cultura de la humanidad previa al cataclismo general acaecido a comienzos del siglo XXI. Además, la localización no estaba clara porque una gran cantidad de documentación de carácter informático había permanecido inhábil durante decenios. Pero como señalé antes, al fin en el 2159 el Metropolitan Museum fue rescatado para la posteridad como premio al tesón del doctor Banksy. Se esperaba encontrar allí numerosas piezas intactas pertenecientes a diferentes estadios del desarrollo de la cultura occidental precataclísmica. Y efectivamente, la misión constituyó todo un éxito, puesto que el museo, que reunía ciertas condiciones de seguridad previstas e implantadas ante la inminencia del desastre que se avecinaba y con el que denodadamente se luchó casi hasta el agotamiento de la especie, estaba prácticamente completo, perfectamente conservado en todas sus colecciones. Sin duda, ha sido el gran hallazgo de los últimos años, que nos devuelve una importante parte física de nuestra memoria histórica y cultural. La combinación del hallazgo con la de algunos catálogos  descubiertos permitirá una rectalogación de las piezas y una rehistorización de la especie, que en un par de generaciones de extremas dificultades olvidó parte de su patrimonio anterior.
Las piezas están siendo estudiadas y registradas en estos meses. El Dr. Banksy, sin embargo, empecinado como nadie en llevar a cabo esta aventura, parece haber encontrado algo que le interesaba sobremanera entre una serie de piezas seleccionadas por alguna razón que todavía no ha explicado a la especie: es lo que parece una piedra prehistórica de pequeño tamaño y gran importancia: en ella el símbolo de un esquemático ser humano de la especie con lo que debió de ser el primer vehículo de tranporte de objetos conocido. Su rudimentariedad y fuerza es como un enigma que nos cautiva  a todos. Pero él mantiene de momento un silencio y un secreto sobre una pieza que se ha convertido repentinamente para esta nueva era en icono de esa antigüedad cultural de los orígenes de la especie recientemente rescatada y que repuebla de nuevo nuestro imaginario colectivo, en busca de rehacer una historia que nos ha sido arrebatada por la naturaleza en el último siglo de oscuridad y desastres atmosféricos.
Con esta imagen recuperada, renace una imagen del mundo para toda la especie.

Alfabética

De pronto descubro estos días, mientras leo Lista de locos y otros alfabetos, un alucinante librito de Atxaga sobre la vida y las letras y el orden, el azar y los fantasmas y la literatura, que mi vida se llena de una casualidad alfabética sin par. Y que posiblemente siempre ha sido así. Me llamo Alvi y soy de Bilbao. El lunes, al comienzo de la semana, tenía una conferencia con un cuentista, el autor llamado Bernardo Atxaga, en California. A, B, C. Y yo, que no estaba en Bilbao, sino en Boston en otra conferencia, buscaba en el alfabeto y su orden acertar con alguna pregunta de Alvi para Atxaga. Y así me encuentro con la A de Alvi, sentado en un avión, que asume el asunto de buscar para la A de Atxaga unas preguntas que hacer al autor al día siguiente en la conferencia a la que no deseo sino asistir con avidez intelectual desde hace unas semanas. Buscar esas preguntas me lleva a la B de Bernardo, desde el vuelo de Boston, de Alvi que es de Bilbao, de donde más o menos procede el Bernardo que salió de la aldea materna para estudiar en la C de la ciudad. En fin, podría continuar este alfabeto hasta su final, pero decidí empezar otro para no volverme loco, con la serie de preguntas que podrían hacérsele a Bernardo Atxaga, y que finalmente, casualidad, no pudo ser en el día de la conferencia. En las nubes, Alvi aspira aire y acomete una broma alfabética, que Atxaga ni siquiera barrunta tal día como hoy.

Entrevista letrada y analfabética a Bernardo Atxaga

A menudo convoco a todas las letras para organizar un poco lo que tengo que escribir, y es que siempre me vuelven loco, maldito alfabeto. Hoy además están emocionadísimas porque quiero que me ayuden a preparar unas preguntas para el escritor Bernardo Atxaga, y todas creen que su pregunta va a ser la mejor, aunque yo les digo que él las quiere a todas. Les indico que deben pensar en qué puede ser lo más importante para un autor como él, y hoy las veo que todas quieren figurar, pero yo les insisto en que den respetar y guardar su orden, que es el alfabético, claro. a la A le parece adecuado, pero la I me insiste en que es injusto, la S me quiere sobornar, y la Z se me pone zalamera para intentar cambiarse de zona. ¡Basta! digo, y la B se sonríe bastándose en su bizarría. En fin, digo, adelante. Ánimo. ¡Aupa, A!

-A de Atxaga...-admite la A

-B de Bernardo... -barrunta la B.

-¿Por qué se llama Bernardo Atxaga el cuentista? -preguntan ambas a la vez.

-¡Caramba con esa cuestión! -cacarea la C-. Cambiémosla: ¿Cuál es la clave de un cuento?

-... Defínalo -dice la D. Defina el cuento.

-Si puede -propone la P pretenciosa, predispuesta y precipitada como le es propio.

-Ehhh... -empieza la E.

-¿Fatalidad o felicidad? -interrumpe la F con facilidad-. ¿Qué ofrece la escritura?

-¿Ycuánto tiene de experiencia esa escritura? -se entromete la E, muy entendida ella y expectante ante su enunciación.

-No -niega la N. Esa no es la pregunta.

-¿Qué se gana con un cuento? -grita entonces la G, golosa por ganarse un grado con su genialidad.

-No -niega la N. Nada de eso es una pregunta normal.

-Humildad, humanidad... -añade la H hurgando en cierta hermandad de ideas-. ¿Hay humildad, hay humanidad en la escritura, en el escritor?

-Que no -niega la N.

-¿Cuál es la herramienta del escritor? -hace la H otra pregunta.

-Yo soy la más indicada para iluminar estos intentos -incide la I-. Lo más importante es la imaginación y la idea de un imaginario. ¿Intuyo bien? -se interroga la I.

-No- niega la N de nuevo.

-Jua, jua, jua... -jalea la J- no jodan con tanta enjundia, vaya un jolgorio es este. Jamás se imagina sin jugar: jolastu, pues. ¿Juega Bernardo Atxaga? ¿Le gusta jugar y cómo?

-Que no -niega la N.

-Kilos y kilómetros de conocimiento, eso es lo que necesita un cuentista, ¿sí o no?

-... - a la N no le dan tiempo a decir no, porque la L se lanza:

-¡La lectura! Lo que el autor lee... ¿qué lee más Bernardo Atxaga como escritor?

-¿Y los manuales? ¿Hay un manual básico para escribir? ¿Qué maneja Bernardo Atxaga para menearnos a nosotras?

-Nada de todo eso -nuevamente la N.

-Eso son ñoñerías -añade la Ñ.

-O sea... -observa la O obviando las observaciones- ¡Un poco de orden! ¿es ordenado Bernardo Atxaga? ¿cuál es el orden para pensar y escribir un cuento? ¡En la organización está el obstáculo que superar para obtener éxito!

-No -niega la N.

-Están perdidas por su pasión -propugna la P prepotente-. Yo sí sé, y puedo preguntar. Piensen un poco, y partamos del pensamiento... el pensamiento es profundo y produce un parto provocador... ¿cómo se piensa un cuento?

-¡Qué dices, querida! -la quintaesencia está en querer... -quiere decir la Q.

-Eso se llama voluntad -evidencia la V.

-¡Rediez! ¡Resabida!-reprocha la R.

-¡No es tu turno! -trona la T tajante.

-Quizá... -quiere decir la Q.

-No -niega la N por enésima vez.

-... la quintaesencia está en quién es el autor. -concluye la Q-. ¿Quién es el autor de los llobros de Bernardo Atxaga?

-Sí, que responda a esa pregunta -reincide la R.

-La solución de todo lo susodicho está en saber sobre la soledad del escritor. Yo me siento siempre sola. ¿Se siente solo Bernardo Atxaga al escribir?

-No -niega la N.

-¿Y cuánto trabajo toma o tiempo tarda en tramar y tergiversar y tratar el tejido textual de un texto todo? -al fin termina la T, como tartamudeando el idioma.

-Uy, uy, uy... uyamos de los aspirantes a tonadillaeros.

-¡Orden! -ordena la O. - ¡Olvidan la ortografía!

-Esto huele a humillación, huelga decirlo -hace el comentario la H.

-U otra cosa... -la O amenaza a la U.

-U os calláis, u obvio mi pregunta -

-No, hombre, no -niega la N, tan positiva ahora en su habitual negatividad. -Nada de eso.

-Adelante, dice la A de Atxaga.

-Usted, usía, ¿cuánto hay, con hache, de usurpador en Bernardo Atxaga?

-Vamos, eso es vituperarlo de ser un vivo de las letras -valora la V. -Vayamos mejor a ver cómo es la voluntad en el escritor. ¿Qué tipo de voluntad necesita el escritor? ¿O es en verdad un voluble vivaracho?

-Y una última pregunta -interrumpe la Y, cediendo paso a la Z, que dice:

-¡Zapatillas! -todo el abecedario la mira azorado, cuando la Z grita feliz, porque la Z siempre disfruta al final-: ¿escribe Bernardo Atxaga en zapatillas de casa?

En fin, además de iletradas, son intratables e incorregibles estas letras mías.